Publicado en: Bacana (noviembre 2015)
¿Qué hubiera sido de la República Dominicana sin la caña de azúcar? ¿Qué sería de nosotros sin esos trapiches, ingenios o el delicioso “romo”?
Por fortuna al célebre almirante Colón, en su segundo viaje al Nuevo Mundo, se le ocurrió cargar en sus bodegas unos esquejes de la preciada y dulce mata. Corría el otoño de 1493 y en el Caribe, la caña, encontró un lugar para crecer y ser feliz.
Desde entonces la caña de azúcar centró la vida y economía dominicana; pintó su paisaje de extensas plantaciones y desarrolló una gastronomía con carácter propio, una cocina tan rica como ecléctica.
Se hace difícil pensar en la cocina criolla sin los melaos o las latigosas canquiñas, sin el guarapo, las raspaduras y todas esas golosinas que pueblan cualquier rincón del país. Pero la caña también fue culpable de una de las influencias más profundas…
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